miércoles, 23 de abril de 2008

Ghost in the Shell: Cyberpunk puro y duro.

“Ghost in the Shell” (1995), es un film de anime del director Mamoru Oshii, el cual está basado en el manga del mismo nombre creado por Masamune Shirow.

En el año 2029, la sociedad está computarizada hasta límites insospechados, por lo que básicamente es un mundo gobernado por la tecnología. Uno de los mayores avances tecnológicos, son unos implantes cerebrales que convierten a los seres humanos en auténticas computadoras andantes. Gracias a dicho implante, se produce una fusión entre la conciencia y ciertos programas computacionales, lo que se conoce como "espíritu". Si bien esto es un nuevo paso en la escala evolutiva, al mismo tiempo despersonaliza por completo a las personas que utilizan los mentados implantes. En este mundo donde apenas existe diferencia entre humanos y máquinas, la agente secreta Motoko Kusanagi, la cual se especializa en actividades anti-terroristas, tiene como misión cazar a un peligroso pirata informático. Sin embargo, cuando descubra la verdadera identidad del criminal, su vida y todo lo que conoce cambiará para siempre.


En el año 1991, el ilustrador y escritor de manga Masamune Shirow, conocido por ser el creador del popular manga "Appleseed", publicó en la revista Young Magazine el que se convertiría en su trabajo más famoso; "Ghost in a Shell". Un par de años más tarde, el director Mamoru Oshii y la productora Production I.G. se interesaron en filmar una adaptación animada del manga, cuyo tema central era la creciente dependencia tecnológica que estaba exhibiendo el hombre en aquel entonces. Una vez comprados los derechos del manga, se le encomendó al guionista Kazunori Itô la realización del guión del film. Básicamente, “Ghost in the Shell” pertenece al subgénero de la ciencia ficción conocido como cyberpunk, cuyo enfoque hace referencia a la degradación del orden social en contraposición a los avances tecnológicos. En este caso, la cinta nos sitúa en una sociedad absolutamente dependiente de la tecnología, en la cual las máquinas y los seres humanos se encuentran prácticamente fusionados, lo que dificulta la distinción entre los unos y los otros. Junto con esto, el relato presenta un conflicto en el que participan hackers, inteligencias artificiales, megacorporaciones, y un grupo parapolicial conocido como Sección IX, el cual está encargado de investigar toda clase de delitos informáticos.

En “Ghost in the Shell”, el espíritu crítico que el cyberpunk exhibe hacia la tecnología se centra mayormente en el personaje de la Mayor Motoko Kusanagi. Lo que más llama la atención de este personaje es su condición; solo su cerebro es humano, mientras que el resto de su cuerpo no es más que una coraza de titanio. Llegado cierto momento de la película, podemos ver como la protagonista comienza a cuestionarse si el sacrificio que realizó al abandonar su cuerpo orgánico por una estructura mecánica computarizada, que obviamente le resulta útil en su trabajo, ha valido la pena. ¿Qué es lo que separa a la Mayor del resto de las máquinas? ¿Qué es lo que nos define como humanos? La respuesta de ambas preguntas bien puede encontrarse en la escena donde la donde ella va a bucear. Al salir del agua, Bateau, quien es su fiel compañero, le pregunta que siente una cyborg al introducir su pesado cuerpo al fondo del mar, a lo que ella responde: "miedo, ansiedad, soledad y esperanza". La respuesta no deja de sorprender a su compañero, debido a que ha sido testigo de la materialización verbal del “espíritu” de la Mayor. Son los sentimientos y nuestra capacidad de identificarlos y experimentarlos, lo que nos define como humanos. Nuestra capacidad de preguntarnos el porqué de las cosas, de cuestionarnos el lugar que ocupamos en este mundo, y de llevar a cabo nuestros sueños, intereses y actividades, es lo que definitivamente nos separa de las máquinas.

Sin embargo, la noción de humanidad que establece en dicha escena se torna difusa cuando nos enteramos que el villano de la historia, el Puppet Master, es capaz de "hackear" las mentes humanas e implantar falsos recuerdos y las emociones ligadas a estos. De esta forma, él es capaz de controlar a distintas personas como si fueran simples marionetas, obligándolas a realizar distintos crímenes en su nombre, evitando con esto ser atrapado por la policía. Debido a este giro en los acontecimientos, la cinta no solo nos invita a replantearnos las preguntas antes mencionadas, sino que además apunta a la influencia en ocasiones nociva que ejerce la tecnología en los individuos.

A los pocos minutos de comenzado el film, se hace evidente que la trama se centra en la idea de la pérdida de la humanidad por el uso indiscriminado de la tecnología. Dentro de este contexto, el director entrelaza el conflicto principal con algunas subtramas políticas, violentos operativos policiales, momentos que llaman al espectador a la reflexión, y una buena cantidad de palabrería tecnológica que a ratos confunde. La gran cantidad de matices que presenta el relato por momentos es un arma de doble filo, ya que provoca que la cinta presente un ritmo narrativo más bien pausado, el cual atenta directamente contra el nivel de atención del espectador. Sin embargo, consciente de esto, durante el transcurso de la película Oshii inserta una serie de coloridas escenas de acción que tienen por objetivo superar las lagunas narrativas en las que cae por momentos la cinta.

“Ghost in the Shell” es un verdadero triunfo en varios aspectos. La genial historia se ve acompañada de un despliegue visual a la altura de la misma. La animación es excepcional, siendo impresionantemente detallada y fluida. Al mismo tiempo, resulta destacable el diseño de los personajes y el de los escenarios en los que transcurre este complejo relato futurista. La banda sonora por su parte, compuesta por Kenji Hawai, complementa de buena manera la acción presente en el film y al mismo tiempo, gracias a que mezcla temas tradicionales japoneses con otras tonalidades más modernas, contrastando de esta forma la tecnología reinante en el film con algunos elementos han estado presentes en la sociedad durante años. Por otro lado, los protagonistas son lo suficientemente interesantes y carismáticos como para que el espectador no solo empatice con ellos, sino que además se interese por su destino y por la resolución de su conflictos personales.

Sin lugar a dudas, esta una de las mejores y más influyentes cintas de anime de la historia, al punto que se dice que la exitosísima trilogía “Matrix” estuvo influenciada fuertemente por este film. “Ghost in the Shell” es una obra sumamente bien realizada, que invita al espectador a pensar en los temas que pone sobre la mesa el director, al mismo tiempo que ofrece un espectáculo visual que pocas cintas de este tipo pueden jactarse de poseer. Principalmente gracias a esta producción, el director Mamuro Oshii actualmente es considerado como uno de los realizadores más interesantes del cine de animación asiático. Y es que en esta ocasión, el director logra equilibrar de manera perfecta el complejo discurso filosófico que presenta la historia, con un par de bien logradas escenas de acción, y con varios momentos llenos de tensión y dramatismo. Es por todos estos motivos, que “Ghost in the Shell” es una de las obras imperdibles del cine de animación, la cual incluso tiene méritos suficientes como para ser considerada como una de las mejores entradas del siempre interesante cine de ciencia ficción.




por Fantomas.

domingo, 6 de abril de 2008

Blue Velvet: Es un mundo extraño.

“Blue Velvet” (1986), es thriller del director David Lynch, el cual está protagonizado por Kyle MacLachlan, Isabella Rossellini, Dennis Hopper y Laura Dern.

El inocente Jeffrey Beaumont (Kyle MacLachlan) se da cuenta que su idílico pueblo no lo es tanto el día que descubre una oreja humana en un terreno baldío. Es por esto que Jeffrey decide comenzar una investigación por su cuenta, durante la cual se topará con Dorothy (Isabella Rossellini), una perturbada cantante de un club nocturno, y Frank (Dennis Hopper), un sádico viciado. No pasará mucho tiempo antes de que Jeffrey se vea envuelto en la depravada existencia de la extraña pareja, lo que lo inevitablemente cambiará su vida para siempre.

En 1984, el director David Lynch estaba en la cima del mundo; había recibido el beneplácito de la crítica encarnada en las ocho nominaciones al Oscar que obtuvo la cinta “The Elephant Man” (1980), y se encontraba a punto de lanzar la muy esperada adaptación de la novela “Dune”, del escritor Frank Herbert. El productor Dino De Laurentiis había puesto cincuenta millones de dólares en el proyecto, esperando que este se convirtiera en la nueva “Star Wars” (1977). Lamentablemente, todo esto tuvo un pésimo final. La crítica despreció a la cinta y el público no se mostró muy entusiasta tampoco. Lo que ocurrió fue que los ejecutivos del estudio decidieron quitarle algunos privilegios artísticos a Lynch, cortando el film de más de cuatro horas, a tan solo dos horas de duración. El resultado fue una desorganizada película que daba la impresión de ser un compilado de las mejores partes de la novela original, lo que terminó sentenciando su fracaso.

Sumido en una gran frustración, Lynch se tomó un tiempo para desarrollar algunos proyectos más personales en los cuales había estado trabajando mientras filmaba “Dune” (1984). De Laurentiis decidió darle una nueva oportunidad al director, con la única condición de que este aceptara una reducción de su salario, y se limitara a trabajar con un presupuesto de solo seis millones de dólares. Lo bueno de todo esto, es que el realizador contaría con una total libertad artística, y con un control absoluto sobre el corte final de la cinta. Como era de esperarse, Lynch se mostró sumamente satisfecho con este nuevo trato. Después de “Dune”, era un alivio trabajar sin la presión de tener que lograr un éxito de taquilla para poder recuperar el enorme presupuesto que se le había otorgado. Fue por esta sensación de euforia, que el director se atrevió a tomar algunos riesgos, a experimentar un poco, lo que afortunadamente dio como resultado una de sus películas más recordadas, la cual terminó consolidando a Lynch como el gran director que es.

Lynch ha mencionado en algunas ocasiones que la cinta es autobiográfica en algunos aspectos: “Kyle se viste como yo. Mi padre era un científico que trabajaba para el departamento de agricultura en Washington. Nosotros estábamos en el bosque casi todo el tiempo. Hasta cierto punto estaba harto del bosque cuando me fui, pero aún así la leña, los leñadores, y todo ese tipo de cosas, a mi parecer representan a la verdadera Norteamérica. Precisamente es esa la idea que representan las cercas de madera y las rosas en la escena inicial” Esa fascinación por el bosque se traduce no solo en el nombre del pequeño pueblo, (Lumbertown), sino que también se encuentra plasmado en la secuencia inicial antes mencionada, y en ese ambiente de pueblo soñado que el director le otorga al lugar donde transcurre la historia.

Si bien los recuerdos del director fueron los que inspiraron el escenario en el que transcurre el relato, la historia de la cinta nació a partir de tres ideas que se cristalizaron en la mente del realizador durante un cierto periodo de tiempo. Luego de terminar “The Elephant Man”, Lynch conoció al productor Richard Roth, al cual le enseñó el guión de “Ronnie Rocket”, un proyecto de características similares a “Eraserhead” (1977) que jamás se llevó a cabo. Pese a que al productor le agradó el guión, no lo veía como algo que él quisiera producir, por lo que le preguntó a Lynch si tenía otros guiones, a lo cual el director le respondió que solo tenía una idea. Fue ahí cuando le mencionó su deseo de esconderse dentro de la pieza de una chica para observarla durante la noche, para así obtener una pista que lo ayudara a resolver un misterioso asesinato. Esta idea fue la que Lynch posteriormente desarrollaría, llevándola incluso más allá, evolucionando del simple voyeur a una real participación del protagonista en el misterio que tanto lo fascina.

Por otro lado, la escena en la que el protagonista encuentra una oreja tirada en el campo, que de paso es una de las más recordadas de la cinta, nace a partir de un concepto bastante simple. A Lynch le pareció perfecta la idea de que fuese una oreja y no otra parte del cuerpo la que encontrara el protagonista, debido a que el sentido de la audición se presenta como una conexión directa entre el entorno que nos rodea y nuestro cerebro. De esta forma, la oreja representa un llamado, una invitación que se le extiende al protagonista para que participe en el oscuro y depravado mundo que se esconde en Lumbertown, el cual de una forma u otra terminará marcando a todos aquellos que se sumergen en él. Finalmente, la tercera idea (o elemento en este caso) con la que Lynch formó la base del guión, y que de paso fue la que le dio el título a la cinta, fue la canción “Blue Velvet”, interpretada por Bobby Vinton. Fue la extraña sensación que le evocó esa canción, la que el director quiso plasmar en la película.

Como toda película de Lynch, “Blue Velvet” está plagada de simbolismos. Ya desde la secuencia inicial, el director quiere hacernos ver que nos encontramos en un lugar en que todo parece ser perfecto y tranquilo, sin que exista nada que atente romper con esa aparente parsimonia. Reforzando esa idea, Lynch nos muestra a un hombre de edad que se encuentra regando su jardín tranquilamente. Sin embargo, el director rápidamente inserta un elemento perturbador, que de alguna forma viene a definir el mensaje de la cinta. Sin previo aviso, el anciano sufre un desmayo a consecuencia de un presunto infarto, cayendo al piso. Acto seguido, un perro se acerca al hombre para juguetear con el chorro de agua que sale de la manguera, demostrando el curioso humor negro del que es dueño el director, y que es posible ver en la gran mayoría de sus cintas. Poco después, la cámara se adentra en el punto más oculto del mundo que nos ha presentado el realizador; el subsuelo. Y es que Lynch se adentra en el césped para mostrarnos a unas hormigas que pelean frenéticamente por alimento. Es así como el director deja patente la idea de que el horror se esconde en todos lados, esperando el momento preciso para poder salir a la luz.

La encarnación de ese mal oculto es el peligroso Frank Booth, fácilmente uno de los villanos más sádicos y atemorizantes que se han visto en la historia del cine. Se ha dicho en múltiples ocasiones que el trío conformado por Frank, Dorothy y Jeffrey, está fuertemente marcado por el complejo de Edipo. Hay gente que postula que Frank y Dorothy vendrían a ser los padres, mientras que Jeffrey sería el hijo de una familia absolutamente disfuncional. Es así como la violencia de Frank vendría a representar la violencia doméstica presente en miles de familias reales. Actos que sin duda Jeffrey reprueba, pero que a su vez incitan al joven a querer tener el mismo poder que Frank exhibe sobre Dorothy. De la misma forma, los actos y actitudes del desquiciado Frank dan a entender que él fue parte de abusos durante su infancia, o que tal vez ocupó el mismo lugar que ahora ocupa Jeffrey, el de un voyerista circunstancial que cuando niño presenció vejámenes semejantes entre sus progenitores.

La narración por su parte, se asemeja bastante a los cánones de un cuento infantil. Jeffrey y Sandy (Laura Dern) bien podrían ser Hansel y Gretel. Dos niños que se dejan llevar por su curiosidad, y que sin medir ningún tipo de consecuencia, se introducen a la casa de la bruja. De la misma forma, el film se presenta como una fábula con su consiguiente moraleja: “Incluso en los lugares menos esperados habita el mal”. En el ámbito de las actuaciones, estas son realmente espectaculares, destacándose la labor de Dennis Hopper, quien interpreta a uno de los villanos más recordados de la historia del cine. Por otro lado, la fotografía de Frederick Elmes es sin duda parte importante de la inquietante atmósfera que presenta el film, la cual es perfectamente complementada por la banda sonora compuesta por Angelo Badalamenti, quien a partir de esta cinta formaría una lucrativa sociedad con Lynch. El guión por su parte, es sumamente interesante ya que presenta una serie de mensajes y simbolismos, los cuales resultan difíciles de sintetizar en un artículo de mediana extensión. Esta cinta con los años se ha transformado en una película de culto, siendo reconocida como una de las más importante e influyentes del director, quien recibió una nominación al Oscar por su trabajo en este film. En definitiva, “Blue Velvet” probablemente se alza como una de las películas más abordables del director, y como una de las mejores cintas de los ochenta.




por Fantomas.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...