martes, 1 de mayo de 2012

Santo en el Museo de Cera: Bienvenido al museo más escalofriante de México.

“Santo en el Museo de Cera” (1963), es un film de horror y aventuras de los directores Alfonso Corona Blake y Manuel San Fernando, el cual está protagonizado por el Santo, Claudio Brook y José Luis Jiménez. 

Inexplicablemente, una joven periodista que realizaba un reportaje sobre la novedosa sección de monstruos de un Museo de Cera desaparece. El Santo es llamado a resolver el misterio por el Doctor Karol (Claudio Brook), quien es el director del museo y cuya implicancia en los hechos es más profunda de lo que parece.
A través de los años, los museos de cera han sido seleccionados como escenarios de un sinnúmero de producciones cinematográficas enmarcadas dentro del género del horror, las cuales han descrito con lujo de detalles como los dueños de estos curiosos establecimientos esconden oscuras intenciones entre los muros que albergan sus macabras creaciones. Con esto en mente, Alfonso Corona Blake y Manuel San Fernando comenzaron a escribir el guión de la cinta que ayudaría al mítico héroe azteca conocido como el Santo, a cruzar la frontera de su natal México para darse a conocer en los Estados Unidos. “Santo en el Museo de Cera”, que es la octava aparición cinematográfica del héroe enmascarado, sería exhibida en las salas de cine mexicanas durante un breve periodo de tiempo antes de ser doblada al inglés por el productor K. Gordon Murray, quien finalmente la exhibiría en numerosas ocasiones en diferentes cadenas de televisión norteamericanas. Cabe mencionar que para cuando se comenzó a rodar el film, el misterioso luchador mexicano tenía 45 años de edad y se encontraba en medio de una férrea disputa salarial con los ejecutivos del estudio Filmadora Panamericana, la que finalmente lo obligó a buscar una nueva casa cinematográfica una vez que la cinta fue estrenada. 

La verdad es que la trama de “Santo en el Museo de Cera” no difiere demasiado del resto de las producciones ambientadas en escenarios similares. Cuando varias personas desaparecen sin explicación alguna en un pequeño pueblo mexicano, la policía comienza a sospechar que las desapariciones tienen relación con un curioso museo de cera que recientemente ha inaugurado una sección de monstruos famosos. A raíz de esto, el dueño del museo, el enigmático Doctor Karol, se convierte en el principal sospechoso de los crímenes. Sin embargo, tras la desaparición de una fotógrafa llamada Susana (Norma Mora), quien se encontraba trabajando en un reportaje sobre el museo, es el mismo Doctor quien decide recurrir al Santo para que este le ayude a develar el misterio que se esconde tras los inexplicables sucesos que rodean al museo. Aunque en un principio todo parece indicar que alguien está intentando incriminar al Doctor Karol, eventualmente surgirán nuevas pruebas que vuelven a situarlo al centro de todas las sospechas. ¿Es el Doctor el verdadero responsable de las desapariciones? y ¿Qué es lo que está sucediendo con las víctimas?, son algunas de las interrogantes que tendrá que responder el Santo una vez que se embarca en una carrera contra el tiempo que incluso podría costarle la vida.

Aunque es evidente que la cinta se inspira en la clásica “Mystery of the Wax Museum” (1933), del director Michael Curtiz, esta posee una serie de elementos que la sitúan en una categoría completamente diferente, partiendo por su singular protagonista. El Santo es un héroe que se diferencia del resto de sus colegas no solo por el hecho de que cuando no está ayudando al prójimo, pasa sus días sobre un cuadrilátero enfrentándose a peligrosos luchadores profesionales, sino que además porque tiene la particularidad de no poseer una doble identidad. El Santo es un héroe las veinticuatro horas del día, razón por la cual jamás se quita su distintiva máscara ni su traje de luchador, aun cuando en sus posteriores apariciones cinematográficas al menos aparece vestido con ropa casual cuando no se encuentra persiguiendo a siniestros criminales. Esta idea del héroe eterno traspasó la pantalla, al punto que el hombre tras el personaje solo mostró su verdadero rostro en el año 1984, durante un programa de televisión que fue emitido dos años después de su retiro. Por otro lado, junto con ser un eximio luchador, el Santo es conocido por sacar a relucir sus innegables habilidades detectivescas a la hora de solucionar los extraños casos que se le presentan. En esta ocasión, el protagonista utiliza el laboratorio de su amigo, el profesor Galván (José Luis Jiménez), quien eventualmente se convierte en una de las víctimas del villano de turno, para intentar descubrir que es lo que se esconde tras la lúgubre exposición de monstruos de cera del Doctor Karol. 

Otro de los puntos interesantes de la cinta son las motivaciones que llevan al Doctor Karol a secuestrar a diversas personas. Si bien existe un evidente paralelo con el accionar del villano de la ya mencionada “Mystery of the Wax Museum”, quien utiliza cuerpos humanos para aumentar el número de muñecos de cera de su museo, el personaje interpretado por Claudio Brook esconde algo aún más siniestro. A raíz de un accidente que sufrió algunos años atrás, el cual desfiguró parte de su cuerpo, y debido a su traumática experiencia al interior de un campo de concentración nazi, el buen Doctor presenta un trastorno emocional que lo empuja a infringirle dolor a otras personas, las que él considera que han tenido una vida mucho más afortunada que la suya. Quizás lo más interesante de todo esto, es que la sed de venganza que expresa el doctor termina traspasando las barreras de lo artístico y lo sobrenatural. Como se menciona anterioremente, el Doctor utiliza a sus víctimas para crear nuevas figuras para su museo de los horrores. Sin embargo, no contento con esto, mediante la utilización de un suero que él mismo ha creado, logra darle vida a sus monstruos de cera durante las noches, con la intención de sumir en un horror inimaginable al resto de los pobladores del hasta entonces tranquilo pueblo en el cual reside.

Más allá de estos curiosos detalles, “Santo en el Museo de Cera” presenta gran parte de los elementos que caracterizarían a las producciones protagonizadas por el enmascarado de plata. Y es que durante el transcurso del film el Santo no solo se enfrenta de manera encarnizada a los secuaces del cruel villano, sino que además se sube en tres ocasiones a un cuadrilátero en el marco de su labor profesional. Estos enfrentamientos de exhibición son precisamente uno de los principales problemas de la cinta. Lamentablemente, dichas escenas junto con atentar contra la fluidez narrativa de la trama, están pobremente coreografiadas, por lo que no resultan ser particularmente atractivas. Por otro lado, otra de las falencias del film es la extrema polarización de los personajes, lo cual a decir verdad es una característica habitual de las películas del enmascarado de plata. Debido a que en el microcosmos en el cual se desenvuelve el Santo solo existen representantes del bien y el mal sin ningún tipo de matices, los personajes que aparecen en sus cintas son meros estereotipos del héroe, el villano y la damisela en peligro, lo que no solo le resta profundidad a la trama, sino que además limita la labor interpretativa de los actores participantes en la producción, cuya labor en esta ocasión resulta ser más bien mediocre. Dentro del elenco participante, los únicos que se destacan son el Santo y Claudio Brook, quien pese a que por momentos no puede evitar caer en la sobreactuación, de todas formas le da vida a un villano interesante que se alza como un digno rival del protagonista.

En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta presenta el irregular trabajo de fotografía de José Ortiz Ramos, y el correcto diseño de producción de José Rodríguez Granada, quien crea un par de escenarios sorprendentes considerando el escaso presupuesto con el que contaba la cinta. En lo que al guión escrito por Alfonso Corona Blake se refiere, aun cuando presenta algunos toques de originalidad, es más bien simplista y presenta una serie de agujeros que provocan que en un determinado momento del film se generen más preguntas que respuestas. Más allá de sus falencias, “Santo en el Museo de Cera” es una película entretenida que mezcla elementos tan diversos como un científico loco, un luchador enmascarado, un guiño al holocausto, y una serie de monstruos de cera con vida propia, entre otras cosas. Junto con esto, el film además deja espacio para la comedia involuntaria, producto del bajo presupuesto de la producción y del exceso de seriedad con la que los realizadores se tomaron al mítico héroe mexicano, cuya leyenda sigue viva hasta el día de hoy gracias al carácter cuasi surrealista que solían poseer sus peculiares aventuras.

 

por Fantomas.
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